Cruzando al puente. Al fondo vemos los globos de las liebres del 3:15, a las que íbamos siguiendo
Todo esto lo sabía yo antes de la carrera, así que lo que decidí hacer es muy poco disculpable. Y es que a veces mi peor enemigo soy yo mismo. Mi agresividad y ambición me traicionan. Pensé que si quería bajar de 3:15, era obvio que tenía que “ganar” a las liebres correspondientes. Y estando aún en el km 24, bajando la Rambla Prim, pensé que debía ya incrementar el ritmo, ponerme ya a 4’ 32” ( aunque “no tocaba” hasta el km 28). Además, me sentía “agobiado” por correr en grupo, a pesar de tener claro que el efecto cortaviento me era beneficioso. Así que le dije a Oriol: “voy a adelantarme, quiero estar por delante de las liebres y voy a aprovechar ahora, para coger tranquilamente el avituallamiento del km 25”. Nos deseamos mutuamente suerte, y pegué el tirón. Crucé el km 25, situado al final de la Rambla Prim, con un parcial en los últimos 5 km de 23’ 01”, con lo que acumulé un colchón de 28” de holgura sobre los 3:15:00. Pero pagué un precio por ello: el último km lo hice a una media de 175 bpm, a pesar de ser bajada, cuando el 23 km lo hice con 169 y el 24 con 173. Pulsaciones demasiado altas, ya que mi frecuencia media teórica para esta carrera debía ser de 168.
Ahora tocaba subir la Diagonal hasta la Torre Agbar, más o menos 2,5 km, y luego descender de nuevo hasta el punto inicial de ascensión, donde estaría situado el siguiente punto de avituallamiento, el km 30. La subida la hice con cierta comodidad, aunque las pulsaciones siguieron subiendo: 177, 178, 180. Cerca de la torre, mi equipo me ofrece una gorra, que rechazo por no estar acostumbrado a correr con mi brillante calva a cubierto.
"If They Move, Kill' em". PRIMAL SCREAM.Pienso que estarán contentos al darse cuenta de que he pasado a las liebres del 3:15. Ahora hacia abajo, y las pulsaciones no bajan: 180. Cifra altísima. El tramo de bajada lo sufro al ver estas
preocupantes cifras, y por el viento marino que sopla en contra, mientras yo corro o bien solo o bien en
grupito de 2-3 corredores.
Como mi tercera porción de
barrita energética, y llego al avituallamiento y cojo una botella de agua. Pero yo lo que quiero es
Powerade, necesito un
chute de azúcares simples líquidos ya. Y cuando estoy corriendo por una estrecha calzada a mi izquierda, el
Powerade salvador está a mi derecha, en una
mesita minúscula. Esto no es un avituallamiento, es una trampa.
Avido de ese trago, cruzo
imprudentemente hasta llegar hasta allí, recibiendo algún toque de algún enojado corredor, con toda la razón. El suelo está mojado por la lluvia, resbalo y me pego una leche contra la mesa, cayendo al suelo entre
vasitos llenos de líquido azul que saltan por los aires. En un primer instante creo que se me ha acabado el
maratón, me ofrece ayuda un voluntario, pero veo que puedo levantarme sin ayuda, agarro mi vaso de bebida isotónica, doy un par de tragos y sigo adelante. Cruzo el km 30 con un parcial de 23’ 09”, así que mi colchón de tiempo sobrante sobre el objetivo queda reducido de nuevo a 24”. Buen resultado, porque sólo quedan 12
kms para el final. Pero yo sé que ahora empezará el
maratón de verdad. Y 178
bpm en bajada, este último km. En estos momentos aún no lo sé, pero voy a pagar muy cara mi escapada, al haber corrido estos 6
kms con una frecuencia cardíaca demasiado alta, por encima del umbral
anaeróbico.

La penúltima sonrisa antes de cruzar la meta (unos 15 kms antes!)
EMPIEZA EL SUFRIMIENTO
Del km 30 al km 35 llega el que es probablemente el momento más duro del trazado. Recorremos la avenida litoral hasta llegar al parque de la Ciudadela. Es duro porque se corre al lado del mar, desprotegido del viento. Tengo un par de corredores de referencia, pero vamos en pequeños grupos, sin ofrecer resistencia al viento, ni parapeto posible. En este tramo hay menos público, además. Y por supuesto, llevamos ya 30 kms en las piernas. Y aquí es cuando uno empieza a contar lo que le falta por hacer, no lo que ya se ha realizado…
El año pasado en este tramo lo pasé mal, más que nada por la inexperiencia, el fuerte viento, el calor y el sol de cara. Este año ya no soy novato, el viento es suave, no hace calor y está nublado. Pero las pulsaciones siguen subiendo inexorablemente: 180, 181, 184… Además, llegan invitados inesperados: las uñas de los dedos gordos de los pies empiezan a doler, fruto de los miles de microgolpes contra la parte superior y delantera de la zapatilla. Además, noto como tengo una ampolla en la planta del pie derecho, y casi puedo escuchar el “chof, chof” que debe estar haciendo tal protuberancia al frotarse con los calcetines. Hoy me he calzado mis Adidas Supernova Cushion 7 porque me da la sensación de que se me ciñen al pie mejor que las Asics Gel Stratus 2, pero el resultado ha sido igualmente doloroso…
Ella es Raquel Velasco. Acabo en 3:18:55, 16ª de su categoría (mujeres 35-44 años)… También empiezo a escuchar los cantos de las sirenas, que no oí el año pasado: “
Antoni,
Antoni,
retírate… O deja de correr, al menos… Es muy fácil…
Ponte a caminar, no sufras más… No corras, desaparecerá el dolor, la angustia…
Déjalo…”. ¡Maldita sea! El año pasado dediqué mucho tiempo a mi preparación psicológica, me leí una y otra vez un artículo sobre las fases psicológicas del
maratón, las voces negativas, las palabras que debía decirme a mí mismo para animarme… Este año, no había hecho NADA de preparación psicológica. Soberbio de mí, creí que con un solo
maratón en mis piernas ya sabía lo suficiente… En este tramo , a partir del km 30, aparece el llamado “muro”, y se producen muchos abandonos. Como dato, en apenas 5
kms he ganado 153 puestos en la clasificación general; es una burrada. He llegado pues al km 35, con un parcial peor que el anterior, de 23’ 23” ( ritmo promedio, 4’ 41”). Me he pulido buena parte de mi colchón de seguridad, pero aún voy 6” por debajo del tiempo promedio para llegar en menos de 3 horas 15 minutos a la meta. Pero acabo de recibir un mazazo psicológico, y ahora llega lo peor…

Detrás de Jöelle Conan. Ella finalizó en 3:19:22, siendo la 5ª de su categoría (mujeres 45-54 años). Por cierto, cómo le gusta a la organización fotografiarme con chicas! .-)
EL CALVARIO
… Me han pillado las liebres que marcan el 3:15. Es decir, mis 11 kms “en solitario” no han servido para nada. Me he desgastado mental y físicamente en balde. Me doy cuenta del error cometido. Para llegar aquí, hubiera sido preferible seguir a las liebres y, de sentirme con fuerzas, acelerar más adelante. Pero ahora ya empiezan a fallarme las fuerzas… Me giro para buscar a Oriol con la mirada, lo hago varias veces, y al no verle temo que haya tenido problemas… Paso por debajo del Arco de Triunfo sufriendo, después de coger medio plátano del avituallamiento y tragarlo con avidez. Me propongo intentar seguir el ritmo de las liebres, pero poco a poco van alejándose, y no puedo seguir a esa velocidad. El ritmo cardíaco sigue subiendo y hace poco he visto que pasaba de 190. Es una salvajada. Soy un tipo privilegiado, porque desde que me he convertido en atleta de fondo, mi abanico de frecuencias cardíacas es más amplio que los que lucían Locomía en sus performances ibicencas. Mi frecuencia cardíaca en reposo es de 42 bpm, y mi máximo registrado en carrera es de 192 (*). ¡150 latidos de diferencia! Vamos, soy como un coche de 7 velocidades… Un hombre sedentario de mi edad, incluso deportista pero sin entrenamiento de resistencia, tiene un rango de 60 a 175, y probablemente, no podría aguantar más de 10 minutos haciendo un esfuerzo físico que suponga 158 o más latidos por minuto. En cambio yo, hasta el km 35 me he pasado 92 minutos en el umbral anaeróbico (entre el 80% y el 90% de la frecuencia cardíaca máxima, en mi caso entre 154 y 173), y llevo ya más de una hora en la zona de alta densidad cardíaca, la zona de peligro ( por encima del 90%, más de 173 bpm).

Con el mítico Abel Antón, uno de los mejores atletas de todos los tiempos (dos veces Campeón del Mundo de Maratón), el día antes de la carreraEs una pena, ahora llega el momento bonito de la carrera. Las calles están llenas de público, que anima muchísimo. Voy por la Ronda de Sant Pere, las liebres se me han escapado, ya están llegando a la plaza Catalunya, donde está el km 37. Estoy tan cansado… Sé que debo dar pena. ¡Ah! En la plaza veo a mi buen amigo Enrique. Algunas personas dijeron que vendrían a verme, pero yo sabía que Kik estaría seguro. Me da una palmada en la mano. Me ha animado mucho verle, porque estoy destrozado (pobre, luego supe que llevaba una hora esperando mi paso). Mi energía ahora ya no es el glucógeno, ni las grasas, ni las proteínas. Es sólo la testosterona, el orgullo, y sobre todo, LA DISCIPLINA. Tengo muchos defectos, innumerables y de sobra conocidos, pero una gran virtud: la disciplina. No es lo mismo que la fuerza de voluntad, no. Ésta es más instintiva, visceral; es “haré esto como sea, por mis… ”. La disciplina en cambio es más ritual, profunda, ordenada; es “quiero conseguir esto, y para lograrlo este es el camino a seguir y estas son las acciones a efectuar; no me apartaré de ese camino y llevaré a cabo lo necesario ”. La fuerza de voluntad es a la disciplina lo que un hombre corriente es a un caballero: el primero tiene – o se le supone, como en la mili – valor, virilidad, energía… y el segundo atesora todo eso, y además educación, modales, cultura, estética,
savoir faire…

Las piernas pesanY es la disciplina la que me hace tener la cabeza fría unos instantes, y tomar la decisión correcta. Me digo a mí mismo: “Amigo, no podrás pillar ya a las liebres. Estás destrozado y este ritmo cardíaco de 186 es insostenible. Empieza a bajar la velocidad para que el ritmo cardíaco disminuya”. Y así lo hago. Llego al km 39, en Colón, 30” después de las 3 horas. Y ahí me hago la segunda reflexión inteligente: “Está claro que ya no voy a bajar de las 3:15, pero sólo quedan 3 kms, y aunque los haga muy lentos, aunque tarde casi media hora en recorrerlos, voy a mejorar mi marca. Así que a aguantar, y paciencia”. El pensamiento de que, a no ser que suceda una catástrofe, mejoraré mi marca, me anima mucho. Llego al km 40 con un parcial aceptable, teniendo en cuenta mi estado, de 24’ 25” ( 4’ 53” / km). Voy ya descoordinado, como un monigote, un títere sujeto por cordeles flojos…


La "miss" de la carrera, en mi humilde opinión. Laura Lacalle, una destacada atleta tudelana. Hizo 3:04:46, quedando la 3ª de su categoría (mujeres 35-44)
AGONIA Y ALIVIO
Subimos por la calle Urgel hasta Sepúlveda. Maldigo al que tuvo la idea de alargar la distancia oficial de un Maratón de los 40 km a los 42,195. La culpa es de la Reina de Inglaterra :-). A pesar de mi bajada de ritmo, aún me ha llegado para ganar 36 posiciones en la clasificación general. Voy por la calle Sepúlveda a un ritmo casi de trote, mirando suplicante al público, porque tengo la boca seca y necesitaría echar un trago; pero no veo a nadie con botellas en la mano. Hace rato que me sucede algo para mí terrible: me agobia la música que suena por mis altavoces, y bajo el volumen. Siempre preparo con esmero mis canciones en cierto orden, dejando para el final el tech-house, cuyo marcado ritmo me anima y me da fuerzas para apretar. Ahora que voy disminuyendo la velocidad, me parece fuera de lugar… En fin, ya sólo quedan 1 km y 195 metros… Por fin veo la plaza Espanya allí al fondo, ¡estoy llegando! Km 42, ahí está mi equipo. Les hago el gesto de “¡qué hecho polvo estoy!”, y sigo. El año pasado llegué aquí con más alegría.
"Deeper Love ( Ruff Mix)". EDDIE THONEICK feat. BERGET LEWIS
Recta de meta. Voy a mejorar mi marca personal con muchísima holgura. 3:17:38, casi 13’ menos que el año pasado (3:30:03), pero estoy muy cansado. No olvido mi ritual de entrar con el brazo izquierdo levantado , y el índice apuntando al cielo, por haber batido mi marca, pero lo hago con mucha humildad y contención; estoy contento, pero no eufórico. ¡Jo! He necesitado 11 minutos y 49 segundos desde el km 40; ritmo muy lento para mí, de 5’ 23” el km. Los últimos 195 metros en 1’ 10” ( es decir, a casi 6’ 00” el km).
Brazo arriba, marca personal!
Desde el km 40 lo he pasado muy mal porque, además del cansancio, no han parado de adelantarme corredores, me daba la impresión de que me quedaba el último. He perdido 53 puestos en la clasificación general. He llegado en la posición 1360 sobre los 8131 corredores que han finalizado la carrera (el año pasado quedé el 2154). En mi categoría de edad, posición 199, así que estoy entre el 12% de los mejores ( año pasado, posición 953). Me sonrío al pensar que me han estado persiguiendo hasta la meta 6.771 atletas, sin contar los que han abandonado :-)


Ultima sonrisa antes de cruzar la metaMe siento muy débil, casi a punto de desmayarme. Me ponen mi medalla y rápidamente a la cola a coger plátanos y bebida isotónica. El que va delante de mí se frena, me doy un golpe leve con la punta de mis dedos, y veo las estrellas. Y es que tengo las uñas destrozadas. Luego me encuentro con Oriol. 3:20:43. Muy buena marca.
We are the champions!
Al día siguiente, ya hemos puesto objetivo para el Maratón Barcelona 2010, año en que Barcelona será sede del Mundial de Atletismo: 3:10:00. De conseguirlo, ya no me parecerá tan lejano mi sueño dorado: bajar de 3 horas en la maratón. De momento, ya he bajado de 200 minutos…