Con Cristian e Iván tomando la salida
Cristian sale delante, y para mí que va un pelín acelerado. Prefiero no forzar el ritmo para pillarle, ya habrá tiempo. Me pasa por la cabeza que si Cristian se siente fuerte y quiere tirar, me parecerá bien. Pero yo voy a intentar hacer la carrera planeada. No importa, enseguida hacemos contacto, y de hecho el primer km ha salido un pelín lento, a 4:55. Cristian me pide que me fíe de él, que no vaya mirando el reloj constantemente, que ya ajustaremos al paso de cada km. Tiene mi confianza, así que le voy a hacer caso. Y desactivo el lapsus automático de mi reloj, le daré manualmente en cada marca.
Los primeros kms transcurren cómodos, como no podía ser de otra forma, y vamos hablando, aunque Cristian me recuerda que yo debería ir más callado, lo que es una verdad como un templo. Ya he contado en alguna ocasión como he corrido maratones contando chistes hasta pasada la primera mitad, y no es plan. Por cierto, empiezan los contratiempos: cuando estamos en la carretera de Sant Pere Pescador, he de pararme a hacer pis. Esto es algo que no me pasaba desde mi primer maratón, en el que imagino que los nervios y una hiper-hidratación causada por los mismos me obligaron a pararme dos veces. Pienso que igual me he pasado con la bebida de carbohidratos y la ingesta de líquidos, pero bueno. Cristian para poco después, y más adelante me alcanza. Ida y venida por esta carretera, que nos lleva a pasar el 10k a un ritmo promedio de 4:56, algo más lento de lo que se pretendía. No me preocupa, el pulso está muy contralado. No lo había preparado en esta ocasión, pero recuerdo que en la estrategia Marco el pulso promedio de maratón no se alcanza hasta llegar a la media. Tengo un mente que el pulso promedio objetivo debería ser 157, y pretendo no sobrepasarlo hasta el km 21, si es posible. Quiero "asegurar" poder realizar split negativo en la carrera de hoy, y para ello es importante no forzar en exceso al principio.
Como tampoco quiero dormirme, le comento a Cristian que a pesar de la moderación, no hagamos ya parciales más lentos de 4:55. Así que al 20 llegamos a un mejor ritmo, pero pronto empezarán mis problemas. Entre el km 20 y el 25 empiezo a notar tirantez en los músculos de la cadena posterior de la pierna izquierda. No llega a ser molestia, pero es un aviso.
Esas sensaciones me empiezan a poner nervioso, no estoy cómodo. Cristian va delante de mí siempre que es necesario para cortarme el viento, que todavía no es demasiado fuerte pero sí molesto. Le grito para que me oiga, pero realmente estoy ofuscado. Hay un momento en el que le pido que no haga más bromas , y me contesta "pues si quieres hablamos de Ucrania". Me desarma. La verdad es que él está super cómodo, corriendo contenido, y yo tengo malas sensaciones, que me hacen estar muy irritable y antipático. Estoy realmente desagradable, le llego a decir a Cristian " en confianza, eres de las personas que conozco que más me saca de quicio". Eso no se le puede decir a un compañero, a un amigo. Es una cacicada, es un arranque de "jefe", puro mal carácter, mala leche. Y ahora pasados los días me doy cuenta de que mi reacción era una agresión inconsciente a mi amigo, "culpándole" de sentirse cómodo y fresco mientras yo no estoy del todo bien. Mi sistema neuro-muscular está fallando ( de esto hablaré en mi siguiente entrada, "Calambres en el Maratón", que merece ser tratado como tema aparte).
Esto es ya el preludio de mi hundimiento. Hemos forzado un poco el ritmo, a mi solicitud, y por ello el pulso me ha subido un poco, a 160, 164 en el km 25, pero ese no es el problema. Cristian me advierte de que tenemos a Rafa Pérez, la liebre de 3:30, muy cerca. Me lo dice no para presionarme, sino para que sea consciente de ello, para decidir si quiero evitarlo o me dejo atrapar, pero que no me pille por sorpresa y como consecuencia de ello tenga un bajón de moral.
Yo todavía no veo sensación de peligro, y de hecho le comento que tenemos a Iván delante, y aunque le deseo lo mejor a mi compañero de club, preveo que le daremos caza hacia el km 30 a 32. Iván parece que sigue a su ritmo, probablemente buscando acabar en 3:25 o por debajo. A este punto ya le he dicho a Cristian que me vale 3:25, no hace falta intentar a toda costa el 3.23 que proyectaba.
Y ahora va a empezar la pesadilla. Empiezo a notar molestias, una especie de pinchazos, todavía leves, en diversos puntos. Debemos estar hacia el km 27, 28. Cristian está muy cómodo delante de mí, pero yo tengo dificultades serias. Esos pinchazos son una especie de "calambrillos", no muy dolorosos, pero sí realmente molestos, incapacitantes. No puedo ponerme a 4:50 ni mucho menos. Empiezo a decirle a Cristian que se vaya él. No quiero fastidiarle una maratón con mis problemas, sería horrible para él y para mí. Así que empiezo a "echarle". Él me da un grandioso consejo antes, me dice que , sin poder saber exactamente cuál es mi estado, que si no veo riesgo de lesión, que intente continuar , seguir a un ritmo cómodo que me lleve a a acabar la maratón en 3:30 o más, pero que la acabe, porque si la acabo puedo ser incluso medalla de oro, porque mis rivales directos puede que ni siquiera hayan tomado la salida o que se retiren. Es un consejo sabio y fundamental, y entronca con lo que reflexionaba el día anterior: de no acabar el maratón, ni medalla de chocolate ni de finisher...
... Así que diría que entre el km 28 y el 29, cuando estamos volviendo hacia la zona de salida y meta. le entrego una de mis pulseras con los colores de Etiopía, mis fetiches, a Cristian, como prenda para llegar a meta. Y yo reduzco mi ritmo a un ritmo más cómodo, como de 5 y pico el km. El km 30 para mí supone ya el 42 ( XLII reza el simpático letrero) para los primeros de la carrera. Justo cuando llego allí está entrando en el desvío a meta Carles Montllor, atleta al que yo tenía por favorito por poseer el record de la prueba desde 2021, pero que finalmente acabó subcampeón. Carles en ese momento me da una envidia inmensa, pero no por su marca, sino porque ya está acabando el maratón para él, y en cambio para mí está empezando lo que preveo será un larguísimo Via Crucis. Tan largo como que desde este momento hasta volver a llegar aquí para enfilar hacia meta, pasará más de hora y media...
En este punto estoy acompañado por una colega de La Sansi, Rosa Matamala, que el día anterior se retiró de los 5k y hoy ha firmado podio con su cuarta posición absoluta ( y segunda de su categoría) en los 10 km de Empúries, que tienen un podio más amplio de lo habitual, acogiendo hasta a 5 atletas). Rosa va de regreso a su casa en bici, y al ver mis dificultades se ha quedado a mi lado. Vamos hablando un poco y le cuento lo que me pasa; voy a un trote de 6 el km, no puedo correr más.
Rosa Matamala entrando en la meta de los 5k d'Empúries
Poco después de pasar por la zona de meta, me encuentro a Miki que ya ha acabado con éxito la media maratón. Corre un poco conmigo, pero se disculpa porque está algo perjudicado después de su carrera. No importa, he de pararme para estirar un poco y beber del agua que me ofrece. Sigo mi camino, ahora entraremos de nuevo en L'Escala. Rosa sigue a mi lado con su bici. Me viene muy bien su compañía, me relaja y me hace sentir menos desgraciado, porque lo que me queda por delante no será fácil.
Miki en acción
Bajada balsámica por la calle Gràcia, con Rosa al lado, y en llegando al km 32, donde mi hija Iria aguarda para animarme, catacrack. calambrazo en el gemelo derecho. Me quedo clavado, y grito como un loco, un grito potente y largo, sostenido. Una voluntaria se asusta, me pregunta qué pasa, por suerte Iria le dice : " no t'amoïnis, el meu pare és molt exagerat"
(video de Iria Baltar)
Sí, soy exagerado, pero el grito no es sólo de dolor sino también de frustración. Por un momento temo que habré de retirarme. Un voluntario se ofrece a ayudarme, me dice que mejor me tumbe, pero yo le digo que si me tumbo igual luego no soy capaz ya de levantarme. Me hace unos estiramientos que me alivian. Luego pienso que es posible que sea ilegal ayudar a un atleta en competición. En cambio que Rosa me acompañe en bici no lo veo punible, porque no me está marcando ningún ritmo, simplemente me sigue ella a mí y vamos charlando.
(video de Iria Baltar)
Emprendo la marcha de nuevo, intentando trotar suavemente. Estamos al final del Paseo Marítimo, sé que Rosa tendrá que dejarme, seguirá su camino a casa y yo... Continuaré hacia el infierno. Ya está soplando la tramontana que me habían advertido, lo que dificulta aún más mi penoso ritmo. A partir de entonces, el maratón se convierte en un mix de trote suave, speed-walking (tratando de darme mucho impulso con los brazos) y frecuentes paradas para estirar en el bordillo.
No toca, pero no puedo evitar mirar el cronómetro, y el consuelo que podía tener de mejorar mi peor marca histórica (haciendo de liebre), se esfuma también. Soy un pesado, porque ya no se trata de la marca, se trata de llegar a meta sin daños, o los menos posibles. Intento desdramatizar, y voy haciendo bromas a los voluntarios y policías. Cuando me ofrecen isotónica pido "mejor un cirujano, por favor" , y les pegunto a los policías "si no cerráis nunca las ventanas de L'Escala, menuda ventolera". Ya en el km 38, el humor está del todo recuperado pero no la zancada; estos últimos kilómetros son ya más de speed-walking que de intento de trote. Paso por delante del restaurante donde comimos el día anterior, y exclamo "Tot això és culpa del bacallà amb cigrons de Can Galan!", despertando la risa de la chica de la tienda de enfrente.
Me río de mi mismo, hago ver que me hablo diciéndome : "los he visto más rápidos". Sigo con mi speed-walking, mi deporte pre-cirugía del otoño de 2020. No está tan mal, me han salido parciales desde el km 31 de entre 7 y 8 minutos el km. Ya, parece muy lento, pero si lo pasamos a km/h son 8,5 , no está mal , recuerdo que la velocidad de un caminante son 5-6 km/h. Y eso con un par de paradas por km al menos, para ir estirando, y golpeado por las rachas de viento. El deambular por el puerto de L'Escala y sus aledaños desde que me dejó Rosa se me ha hecho eterno. Pero ahora que salgo del pueblo para dirigirme a la zona de salida/meta, en las Ruinas, estoy más optimista, ya supongo que podré acabar. Es una pesadilla diurna, ver como voy solo por la carretera, el viento en contra, coches por el otro carril, polícías que me pasan al lado en moto y pienso , no vaya a ser yo el último de la carrera ( qué va, pero da esa sensación). Una escena tan ridícula como terrorífica.
Por fin, hora y media después, vuelvo a ver el cartel del XLII. Y por fin, el ansiado giro a meta. Feliz, desde luego no por la marca, que no pienso revelar aquí, el que quiera saberla que busque las clasificaciones de la carrera. Feliz porque se ha acabado el suplicio.
(foto Fotoinstant)
Parece que todo está en orden, no hay lesiones. Así que sólo queda esperar los resultados de los atletas federados. Y bingo, mencionan mi nombre, me acerco al podio, nos preguntan al campeón de mi categoría y a mí por un tercer atleta, del que no tenemos noticia. Pienso en lo que dijo Cristian, que no ha tomado la salida, o que se habrá retirado o, como sucedió hace 2 años, que ha decidido no presentarse al podio. Yo me hubiera retirado con gusto en el km 32 después del gran calambrazo. Pero estaba en juego una medalla, y yo la quería. Y esta vez la medalla de finisher la tomo con orgullo, porque sin ella no habría llegado la plata que me corresponde finalmente, como subcampeón de Catalunya de Maratón, categoría M55.
Con Claude García Fitó, campeón de la categoría, que consiguió una excelente marca, por debajo de 3:15. El favorito consiguió ese registro a pesar de la temperatura, humedad y viento, yo le vaticinaba 3:20 como mucho ( captura de pantalla de video de Iria Baltar)
.
José Luis Cruz se proclama campeón de la categoría M40
Iván Torrente firma un magnífico 3:25 (foto Fotoinstant)
Cristian emula el split de Kiptum, y rebaja brutalmente la marca objetivo que me había propuesto realizar con él, a pesar del lastre que le he supuesto yo desde el medio maratón hasta que le he instado a irse (foto Fotoinstant)
Con mi ex-compañera de club, la gran atleta ucraniana de élite Inna Lebedieva (foto de Iria Baltar)
Con Ricard Montané, que resultó Campeón de la categoría M65 y subcampeón de la categoría >60 de la carrera popular (foto de Iria Baltar)
La historia de este maratón me ha recordado mucho a la de Frodo y Sam en El Señor de los Anillos. ¡Hay muchos paralelismos! Podríamos relatarla así: " Frodo y Sam parten hacia Mordor, con la misión de conseguir para el señor Frodo una medalla del metal más noble posible. Sam ha sido un servidor leal y fiel, incluso obediente a los caprichos de su señor. Frodo ha sentido el influjo de Sauron, ha pasado por momentos de ira, que ha descargado injustamente contra su fiel compañero. Al final las fuerzas le han fallado, y ha comprendido que debía dejar partir a Sam, al que le ha entregado uno de sus amuletos. Sam ha conseguido el objetivo fijado, aún sin saberlo. Frodo ha llegado a Mordor por su propio pie, pero arrastrándose. La medalla se ha logrado, incluso ha sido de un metal más valioso del que cabía esperar, dadas las circunstancias"
Con Iria, Miki, Cristian y el resto de su familia, celebrando ( foto de Cristian)
Paso feliz casi todo el día tras este éxito, en el que he podido comprobar que si estoy determinado a lograr un objetivo, lucho y persevero para conseguirlo. Pero después de la agradable y larga sobremesa, ya empiezo a darle vueltas a lo que ha podido pasarme, a hacerme preguntas , y a hacerlas a otros para buscar respuestas..
Los calambres... Recuerdo cuando hace un tiempo le preguntaba a una compañera cómo podía ser que su pareja, que por entonces conseguía marcas espectaculares en media maratón, siempre por debajo de 1:25, en el maratón se iba a 4 horas o casi. Y me dijo, "es que le dan calambres". Y yo entonces ni sabía que era eso, y esbocé una sonrisa entre comprensiva y burlona. Años después, dos o tres días antes de un medio maratón, estaba tan tranquilo en la cama, ya despierto pero aún no levantado, y de repente sufrí un dolor lacerante, como de un latigazo, en un gemelo. Mi mujer me dijo que eso era un calambre, y me ayudó a recuperarme, enseñándome un estiramiento. Soy tan torpe que me lo tiene que ir recordando casi siempre que lo necesito...
...Porque por desgracia, ese calambre se ha repetido ya muchas veces. Demasiadas para mi gusto. En esa primera ocasión el presidente de mi club La Sansi, José Luis Blanco, me dijo que eso era conocido como "la pedrada" y que se producía por deshidratación. Tenía sentido. Y después de esa primera ocasión hubo más, casi siempre en la cama, pero recientemente me había sucedido dos veces, después de competición ( la última en mi anterior maratón, en Málaga, sufriendo un trío de gemelos/abdomen/fascia). Y hoy, día fatídico en que me sucede en medio de la única competición que de verdad me importa. Pero como dije antes, este tema merece ser tratado con extensión por si sólo. "Calambres en el Maratón" ¡Lo escribiré muy pronto!
.