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"'Ay de aquellos que reduzcan la explicación de un fenómeno adverso a una sola causa, porque omitirán ( y por tanto, no corregirán) las n-1 razones restantes que también contribuyeron a ello" (ANTONI BALTAR)

lunes, 6 de febrero de 2023

Vine a disfrutar, sufrí; vine a enseñar, aprendí (Maratón de Málaga, 3:29:34)

 (Maratón de Málaga, 11.12.2022)




Después de haber ganado la medalla de bronce en el Campeonato de Catalunya de Media Maratón, mi objetivo deportivo de la temporada estaba cumplido. Así que me esperaba como premio un maratón que correría con la única meta de DISFRUTAR, por primera vez en mi vida. Saldría sin presión de conseguir determinada marca, ni posición en la categoría, ni lugar en el podio. Recién cumplidos los 59, y por tanto siendo de los mayores de la categoría M55, no había nada que hacer. Mi reciente marca en Lleida, 1:32:50 , estaba lejísimos de las que conseguía en marzo 2020, antes de la proclamación del estado de alarma, en que me movía en 1:27:00 sin estar todavía a tope. Así que a Málaga iba a pasarlo bien, acompañado de mi familia para unas mini-vacaciones, ya que en verano por diversas circunstancias nos habíamos quedado en Barcelona. Es por ello que me había planteado la posibilidad del maratón de Lanzarote, muy bien ubicado en fechas (justo antes de la semana del doble puente puente) si lo que se pretende luego es quedarse unos días disfrutando de la post-carrera.

Finalmente me decidí por Málaga, ciudad que no habíamos visitado nunca. Además, al estar justo 3 semanas después de Lleida, deportivamente era una diferencia de fechas óptima, pues la marca de Lleida suponía un magnífico test predictivo de la posible marca a buscar en el maratón. Porque vale, no tenía un objetivo de marca, pero yo quería salir a competir, no a hacer una tirada larga de 42k. Para eso había hecho el entreno específico de maratón, y no el de media!

Los entrenos clave de las últimas semanas me habían salido muy bien, me daban confianza. Además, había realizado un test de pulso, uno de mis testa pre-maratón favoritos: correr media maratón a ritmo previsto para maratón, y controlar el pulso entre los minutos 5' y 55'. Si el pulso es estable (menos de 5 latidos de diferencia entre esos dos instantes) se "aprueba" el test. Saqué notable alto, sólo 2 latidos de diferencia, 153 a 155. Además, el ritmo me salió ligeramente más rápido de lo previsto: 4:35 /km, en lugar de los 4:36 como objetivo ambicioso. 4:35 es el ritmo para maratón en 3:15:00, aunque dándole muchas vueltas a mis calculadoras, honestamente me veía más a 4:38, o sea, 3:16:00.

Al final el objetivo siempre es mejor situarlo en un rango, ya que la estimación más fiable de marca posible es tomar la marca del medio maratón reciente corrido a tope, y aplicarle un corrector, siendo el mejor el propio coeficiente de resistencia, medida en la que el ritmo de maratón decae respecto al de media. Y ahí estaba la clave: si me aplicaba mi mejor coeficiente histórico, 94,4% (Marató Barcelona 2015), eso me llevaba a maratón en 3:16:37. Si por contra me aplicaba uno más conservador, que era además el más reciente (Empúries 2021) me iría a 3:20:30. Supongo que os imagináis que elegí el más ambicioso, empujado además por la idea de que Lleida no es un recorrido llano, y Málaga lo sería algo más. Así pues, me puse el chip mental de optar a 3:15:00.

Los partes meteorológicos no ayudaban al objetivo. Desde hacía semanas se vislumbraba que el tiempo  de final de otoño, que estaba siendo por fin bueno para correr a finales de noviembre, iba a traernos malas noticias. En efecto, para el día de la maratón se esperaba lluvia a lo largo de toda la mañana, con temperaturas bastante altas para las fechas (de 15º a 16º), humedad relativa de más del 95%, y algunas rachas de viento. Total, se iban a dar cita los Cuatro Jinetes del Apocalipsis del Maratón. Puestos esos datos en mi calculadora de handicap por calor/humedad, esa marca soñada de 3:15:00 se iba a ir a 3:20:00-3:21:00. Apunté pues a 3:20, que supondría correr a 4:44 el km.

Llegamos a Málaga el viernes noche, y nos regalamos con la primera cena. Qué peligro tiene ir a correr un maratón a una ciudad dónde se come bien! Ya se veía que mucho frío no hacía, y el sábado el día era radiante, primaveral, totalmente soleado y hacia el mediodía se podía ir perfectamente con manga corta. Me fui a la feria del corredor, que estaba algo alejada del centro, para recoger el dorsal, pero para mi horror había una cola larguísima, así que desistí, me fui a comer con la familia, otra comida extraordinaria, y por la tarde repetí el camino. No voy a echarle la culpa a esta doble excusión de mi resultado del domingo en el maratón, pero la verdad es que caminé demasiado. Entra la media horita de trote ligero por la mañana, y el doble paseo, acababa el día con más de 30.000 pasos, actividad excesiva par aun día previo de maratón...


Con Martín Fiz, campeón del mundo de Maratón, en la feria del corredor. También estaba allí, como el otro embajador de la carrera, el doble campeón del mundo Abel Antón


Y el domingo, como estaba más que previsto, amaneció lluvioso, húmedo y cálido. Yo saldría en el cajón sub 3:15, con el objetivo de 3:20. La lluvia no nos abandonará en toda la carrera. Al principio una ligera llovizna, a ratos algo más densa. El viento aparece de vez en cuando, aunque la verdad es que no me molesta, me sirve para refrescarme. Voy a mi ritmo, alejado de grupos, al no buscar una marca redonda de esas 3:00, 3:15 o 3:30. Se corre bastante cómodo, pero en el km 5 pillo el primer cabreo de la carrera: veo que el avituallamiento es a un sólo lado, y yo estoy en el contrario. Y ese no puedo saltármelo, porque me voy a administrar un gel. Por cierto, primer maratón que voy a correr con geles Maurten, los que usa Kipchoge. Los he estado probando semanas antes, y me gusta su textura y saber. El inconveniente es que son un pelín grandes, pero bueno. Ah! El cabreo...

Cojo el agua, tomo el gel y voy despotricando. A mi altura un corredor se de cuenta y me pregunta que me pasa, se ofrece a que m e desahogue con él. Le tomo la palabra y le cuento mi enfado, que si hay avituallamiento a un solo lado deberían avisar. Este simpático corredor es Raúl Madrid, un granadino que ha venido a correr el Medio Maratón como preparación para el maratón de Sevilla. Corremos juntos hasta más o menos el km 15. Allí le dejo que se vaya, que estoy aflojando el ritmo. Hasta el km 5 llegamos a 4:42 el km, del km 5 al km 10 el ritmo fue de 4:39, y yo creo ques estoy yendo demasiado deprisa, porque la idee era correr a 4:44. Así que aflojo algo. Hasta aquí el pulso ha estado bastante controlado, más o menos a 155, que era el testado. Pero ya en el 13 me he estado acercando a 160, que podría ser el que corresponde a mi umbral de lactato, así que hay que andarse con ojo.

Pero el km 15 lo que supone realmente es el principio del fin. Tengo una sensación que nunca me había sucedido antes en ningún maratón: apenas estamos en el km 15, ni siquiera hemos llegado a la media, y ya noto cansancio mental y físico, las piernas ya notan el esfuerzo. De hecho, cuando llegamos a la media, durante un breve instante tengo la tentación de abandonar, de quedarme en la media. Venzo esa tentación rápidamente, porque me digo, he venido a Málaga a correr el maratón no a pasearme. Pero no me veo fuerte. A la media llego en 1:39:57, o sea, clavado a ritmo de maratón en 3:20, pero ya sé en ese momento que no me va a ser nada fácil lo que me espera...

Si llevamos esa cara ya en el km 9, la cosa no pinta bien...

El público anima, se ha echado a la calle a pesar del tiempo, nada agradable. Pero sus ánimos no me van a ser suficientes. Hay algunas bandas de animación musicales, pero excepto alguna batucada, alguos tocasn alguna canción que en esos momentos llega hasta a sentar mal, como la de los payasos de la tele y el "Hola Don Pepito...". Me parece una elección no ya rara, sino pésima, sobre todo en el estado de ánimo en que me encuentro. En algún tramo, cerca de un estadio donde entraremos y recorreremos los 400 metros de pista, tengo mi segundo cabreo. Hay mucho sitio para correr, pero un holandés se empeña en pegarse a mi lado. Siempre entenderé que alguien se te pegue detrás para protegerse del viento, y le aplaudiré si me da un relevo. pero eso de pegarse para ponerse al lado, codo con codo, en aquel momento me sienta mal. Le esquivo y me voy para otro lado, ostensiblemente, y se vuelve a enganchar al poco. Me cabreo y le grito: "it's so wide!". Al final se va, porque no puedo seguir su ritmo. Menudo sufrimiento, hasta el km 25 más o menos he podido trampear con el 4:45 /km, pero el 25 al 30 ya me he puesto a casi 5:00, y el pulso ya está claramente por encima de 160...


Me he acordado de los consejos de Greg McMillan, de tratar de sonreir en los malos momentos, y lo he hecho, pero la sonrisa más falsa que se pueda uno imaginar. Mi ritmo va cayendo y los repechos se  me antojan cordilleras. Me pasa una chica del club ProAm de Barcelona que ví antes del km 10. Ahora ya estamos en el 30 y pico y me pasa ella a mí, con ritmo envidiable de ir de menos a más. Yo estoy suplicando que no haya más subidas, pero ya lo creo que las hay. Este maratón de llano, nada. Sería estilo BCN, quizá algo más duro. Yo pido, suplico que me digan que no hay más subidas ya, pero me engañan. Veo una recta larguísima, en subida constante de la que no percibo el final. Me recuerda al Paral.lel, pero en Barcelona eso sucede ya hacia el final, en el km 40. Aquí aún falta... Y hasta el 35 ya voy más lento de 5 el km, y el pulso se va a 165...

Ya vamos a adentrarnos en el centro de la ciudad, pasaremos por la mítica calle Larios, cuya iluminación navideña es un espectáculo. Pero en esta gris mañana, al llegar allí está lloviendo con más intensidad, y hay que tener cuidado con los adoquines del suelo, está resbaladizo. 



Llego por fin al km 40, a un ritmo ya cercano a los 5:15 el km, o peor. Vengo oyendo a mis espaldas a un grupo, y temo que puede ser quienes van con la liebre de 3:30. Eso sería el mayor mazazo de mi vida. No puedo consentirlo, así que lucho. Los adoquines supongo  que me hacen tener una pisada irregular, y entonces sucede algo: noto un fuerte pinchazo en la parte baja del cuadríceps derecho, justo encima de la rodilla, y me tengo que parar en seco. Me doy un breve auto-masaje, y vuelvo a arrancar, sabiendo que pararse a estas alturas de un maratón, en mis condiciones, es certificar la muerte deportiva. A los pocos metros vuelvo a sentir otro pinchazo en la misma zona, y vuelvo a pararme. Me parece ver como un grupito formado por un padre y dos niños de entre 5 y 10 años me miran, y uno de los niños me señala y se ríe. Ojalá haya sido mi imaginación, pero es el recuerdo que tengo y será difícil que me abandone. Esto ya no es cabreo, es tristeza. De alguna parte de mi sale la fuerza necesaria, y arranco. Ya no pararé.

Km 41. Desde aquí hasta meta se hizo eterno


Hay una ligera bajada antes de llegar al Paseo el Parque, donde está situada la meta. Es bálsamo para mis piernas. Ya vamos a llegar. Y parece que he conseguido mantener a raya al grupo que busca el sub 3:30. En algún punto de la carrera renuncié al 3:20 que buscaba para apuntar al 3:25, pero desde hace ya kms que estoy firmando con acabar por debajo de 3:30, firmando con ello el que será mi segundo peor maratón, sólo superado por el primero que corrí, pero en el que disfruté como nunca. Ni siquiera voy a ser capaz de mejorar mi resultado del año pasado en Empúries, donde acabé en 3:27:27. 

Recta de meta

Llego por fin al final, en un estado físico y mental pésimo. Me he acordado mucho del maratón de Palma en 2017, en mi única participación hasta la fecha en el Campeonato de España de Maratón. Aquel día fue un infierno de calor y humedad, y hoy se ha parecido en casi todo, con el añadido de la lluvia y algo de viento. Y la sensación final ha sido bastante peor, la verdad, No hay nada más que ver mi cara en la siguiente captura de pantalla del video de meta, es todo un poema...



Cojo la medalla, botella de isotónica, y me voy. Lo mejor del caso es que alquilamos un apartamento cercanísimo a la zona de salida, con lo que puedo volver andando, está a menos de 5 minutos, no he tenido ni que utilizar el guardarropa. En el apartamento están mi mujer y mis hijas, que se han quedado fritas y ni siquiera me han ido a ver a la carrera. La verdad es que no las he echado en falta, porque bastante sufrimiento tenía ya encima como para sentirme culpable de que se mojasen por verme... Me siento en la cama, y al poco me da un fuerte calambre en el gemelo derecho que me deja tieso. Al rato me da un segundo en el tarso izquierdo (esta zona es una novedad), y poco después un tercero el el abdomen. Madre mía...

Paula me ayuda mucho en este trance, con masaje y atención. Me estoy encontrando muy mal, tengo un sensación interior horrible. No me acaba de entrar el plátano ni la bebida, temo que me pase algo y no digo nada a la familia, para no asustarles. Me tumbo en la cama, tapado con toallas, y por fortuna al cabo de unos minutos empiezo a sentirme mejor... Y ya puedo comer algo, ducharme, y salir a celebrar que he acabado un maratón, cosa que hubo un momento en que pensé que no podría, cuando tuve los pinchazos.

Acabo pues en 3:29:34. Hemos salvado los muebles con ese sub 3:30, consiguiendo la segunda peor marca de mi historial, sólo mejorando a mi primer maratón en 2008, pero con sensaciones infinitamente distintas. Y es que este maratón ha sido, sin duda, en el que más he sufrido de mi vida. De hecho, no habido ni un sólo instante de disfrute, todo ha sido lucha y malestar.

Al final todo tiene una explicación muy sencilla: el handicap que me apliqué en la salida no era suficiente. La famosa formula del "por cada segundo que vayas más rápido en la primera media de lo que te toque, perderás cuatro en la segunda media". Hechos los cálculos, sale que tenía en mis piernas un 3:25 (o un 3:20 en condiciones meteorológicas adecuadas). Y cuadra. Y volvemos al tema que planteaba al inicio, la estimación de la marca en función del coeficiente de resistencia. Si a la marca de la Mitja de Lleida. 1:32:50, si le aplico uno de mis mejores coeficientes, el de Barcelona 2017 que fue de 93,6%, me llevaba a 3:18:25 que, ajustando a temperatura-humedad, se iría a 3:22:34, pero si le aplicaba el de mi último maratón (Empúries 2021, 92,6%), entonces hablamos de 3:20:30, que con el handicap se disparaba a 3:24:33. Tenía que haber optado por la prudencia, para asegurarme un maratón de disfrute, y apuntar a 3:25. Sé que desde fuera no lo parece, pero esos 5 minutos de diferencia hacen que se pase de la felicidad a sufrir lo indecible. Y yo aquí venía a disfrutar, y he sufrido. Y la ambición, las ganas de hacer mejor marca de la que era esperable, me han desviado del que era mi objetivo. A ver si aprendo la lección de una vez, que encima es mi propia lección: TRABAJAR CON UN COEFICIENTE DE RESISTENCIA RECIENTE Y REALISTA. Porque para hacer el mejor maratón posible, la estimación del ritmo es fundamental.

Ahora mismo aún no está decidido exactamente, pero tengo ganas ya de correr un nuevo maratón para desquitarme con él, y poner en práctica mis propias enseñanzas.